Recuerdo mi infancia siempre buscando cosas por descubrir y juguetes para jugar y desarmar.

Siempre tuve mucha curiosidad por entender cómo funcionan las cosas, desmontando y creando juguetes, o combinándolos con otros para crear algo nuevo y diferente.

Esta curiosidad y creatividad se convirtieron en una necesidad durante mi adolescencia temprana, cuando comencé a explorar disciplinas como la carpintería, la cerámica y la pintura en un taller de expresión en mi comunidad, lo cual me abrió las puertas a un mundo maravilloso de posibilidades.

Luego, en mis estudios más formales, me sumergí en el campo de la electrónica (como mencioné anteriormente, siempre me ha encantado crear y desarmar juguetes, especialmente si eran electrónicos), lo que a su vez me condujo al fascinante mundo de la informática, una pasión que perdura hasta hoy.

A los 18 años, durante un período de dos años, tuve el privilegio de estudiar pintura con el maestro Mario Giacoya en la galería Aramayo, quien me introdujo al expresionismo, ampliando mi horizonte artístico.

También me aventuré formalmente en el estudio de la escultura en la Escuela Pedro Figari, lo que me brindó la oportunidad de expresarme a través de diversos materiales y espacios.

Después de muchos años de inactividad creativa, he vuelto a crear, pero esta vez de una manera más relajada. Siempre tuve la certeza de que volvería a hacerlo cuando llegara el momento, ya que para mí, el arte representa la forma de expresión más pura y poderosa.

Me considero simplemente un amante del arte, dispuesto a jugar y experimentar como lo hacía cuando era niño.

Arte no son objetos decorativos, arte es expresión en estado puro.

Es lúdico, apasionado, racional, irracional, irreverente y audaz, y está aquí para perturbarnos de la manera más placentera.